Historia del Camino de Santiago
Para entender la historia del Camino de Santiago debemos remontarnos muchos siglos atrás y partir de la tradición evangelizadora de uno de los doce apóstoles de Jesús, Santiago el Mayor, en tierras de la Hispania Romana.
Tras la muerte de Jesús, Santiago formó parte de la Iglesia primitiva en Jerusalén y en su labor evangelizadora se le adjudicó el territorio de Hispania. Pero Santiago tuvo que regresar a Jerusalén al ser reclamado para acompañar a la Virgen en su lecho de muerte. Allí fue torturado y decapitado en el año 42 por Herodes Agripa I, rey de Judea, al incumplir su orden de no predicar el cristianismo.
El viaje de los restos del Apóstol Santiago
La leyenda cuenta que los discípulos Atanasio y Teodoro, tras escaparse aprovechando la oscuridad de la noche, robaron el cuerpo del Apóstol Santiago y lo trasladaron en una barca hasta Gallaecia (Galicia). Un viaje que les llevó hasta Finis Terrae (actual Finisterre) y más tarde al puerto de Iria Flavia (cerca del actual Padrón).
La tradición prosigue con el azaroso viaje del cuerpo de Santiago, que es transportado en un carro guiado por bueyes hasta el bosque de Libredón. Pero al llegar a este lugar, los bueyes se negaron a continuar. Los discípulos tomaron este hecho como una señal divina y fue elegido como lugar de enterramiento.
Descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago
Ochocientos años después, el eremita Pelayo observó unos resplandores que salían de un campo cercano, que más tarde sería conocido como Campus Stellae (Campo de Estrellas, actual Compostela). Inmediatamente informó del hallazgo a Teodomiro, obispo de Iria Flavia que fue corriendo a su encuentro. Allí se encontró un altar con tres monumentos funerarios. Uno de ellos guardaba en su interior un cuerpo degollado con la cabeza bajo el brazo. A su lado, un letrero rezaba “Aquí yace Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé”. De este modo, los restos fueron atribuidos al Apóstol Santiago y sus dos discípulos.
Tras ser informado del descubrimiento, el rey Alfonso II El Casto, ordenó construir una pequeña capilla sobre los restos del sepulcro; un lugar sagrado que experimentó muchas remodelaciones hasta convertirse en la actual Catedral de Santiago.
La Antigua historia del Camino de Santiago: auge de las peregrinaciones
La noticia del descubrimiento del sepulcro del apóstol corre como la pólvora y comienza a convertirse en un lugar de peregrinación para millones de europeos durante la Edad Media. La marea de peregrinos era tal que a lo largo del Camino se comenzaron a construir hospitales, iglesias y un gran número de posadas para dar cobijo a los devotos.
Son muchos los historiadores y estudiosos del Camino de Santiago que estarán de acuerdo en que la rutas jacobeas, y especialmente la francesa, contribuyeron de gran manera a la difusión de todo el acervo y el saber en la Edad Media. El Camino de Santiago se convirtió, gracias al tránsito constante de miles de peregrinos, en una autopista de la información; una especie de internet medieval en el que se compartía conocimiento e innovación. Carreteras, puentes, hospitales y, por supuesto, iglesias y catedrales se levantaron a los pies de la ruta, para dar soporte y una logística básica y espiritual a los peregrinos. Maestros de obra, canteros e incluso los “camineros” citados en el capítulo V del Libro V del Códice Calixtino fueron personajes imprescindibles para la construcción de toda esta infraestructura.
Así, a principios del siglo XI y a medida que la Reconquista fue avanzando, el recorrido más popular era el que comenzaba en Roncesvalles; conocido hoy en día como Camino Francés.
La peregrinación se popularizó aún más cuando el monje Aymeric Picaud creó el Códice Calixtino, una primigenia guía de viaje en la que se detallaban las etapas del Camino Francés, los alojamientos, monumentos, iglesias etc. Con el paso del tiempo comenzaron a surgir nuevas rutas del Camino de Santiago procedentes de diferentes lugares de la península y de Europa. De esta forma el Camino de Santiago se convirtió en la ruta religiosa, comercial, y cultural más importante de Europa.
Pero no todas las épocas fueron gloriosas para el Camino de Santiago. En los últimos siglos de la Edad Media, las peregrinaciones a Santiago de Compostela experimentaron un gran retroceso. Las guerras europeas, la peste negra y el Cisma en el mundo cristiano en 1378 hicieron que el número de peregrinos disminuyera considerablemente.
A partir del siglo XVI, la cifra de peregrinos continúa disminuyendo hasta prácticamente desaparecer tras la desamortización de Mendizábal, que supuso la extinción de la hospitalidad de los monasterios que se ejercía hasta aquel entonces.
Resurgimiento del Camino de Santiago en la Historia
No fue hasta mediados del siglo XX cuando comenzaron a surgir distintas iniciativas dirigidas a recuperar el Camino del olvido. Gracias a un nuevo interés de las administraciones, las visitas del Papa a Santiago en los años 80, el surgimiento de múltiples asociaciones y cofradías y la declaración de Patrimonio de la Humanidad en el año 1987, el Camino de Santiago resurgió de la decadencia hasta convertirse en la peregrinación más importante del mundo occidental.
No podemos olvidarnos de la figura de uno de los grandes impulsores del resurgimiento de las peregrinaciones modernas del Camino Francés, el párroco de O Cebreiro, Elías Valiña. El completo responsable de gran parte de la simbología de la nueva historia del Camino de Santiago, entre la que destaca la famosa flecha amarilla.
A finales de los 70, Elías comienza a señalizar el Camino Francés con flechas amarillas, símbolo actual del recorrido jacobeo. Se hizo muy famosa una anécdota protagonizada por el párroco en los Pirineos. Tras pararlo la Guardia Civil con un bote de pintura amarilla en la mano dibujando las llamativas flechas, le preguntaron qué estaba haciendo. Su respuesta fue «Preparando una gran invasión desde Francia», con la que se convirtió en todo un visionario.